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El casco ¿me salvó la vida?
Como muchos sabrán rechazo totalmente que el uso del casco sea obligatorio, estoy convencido que esto debe quedar a criterio de cada uno y dado que en una de las ordenanzas(aprobadas en primer debate) se obliga a su uso dentro del área urbana de Guayaquil, considero apropiado hacer ésta y futuras publicaciones al respecto con el fin de que estemos todos mejor informados y que de esta manera no prospere esta restrictiva ordenanza que va totalmente en contra de favorecer el uso de la bicicleta masivamente.
Esta es una traducción al español del artículo A helmet saved my life! de la Bicycle Helmet Research Foundation (Fundación Para la Investigación del Casco para Ciclistas), cada vez que discutí acerca del uso del casco me referí a éste artículo, el problema es que el título tiende a confundir y la mayoría no lo lee porque cree que se trata de un artículo a favor del uso obligatorio del casco y no lo es:
El casco me salvó la vida!
No es de extrañarse que las personas que han tenido algún accidente en bicicleta en las que han roto el casco pero no han tenido consecuencias graves a menudo creen firmemente que el casco les ha "salvado la vida". Sin embargo, el número de usuarios de casco con esta experiencia parece mucho mayor que el número de ciclistas sin casco que sufrieron alguna lesión en la cabeza. Esto sugiere que en la realidad no puede ser tan sencillo el tema.
¿Cómo funciona casco para ciclistas?
El mecanismo principal de protección en un casco de ciclista es la espuma de poliestireno que cubre la cabeza. Cuando ésta recibe un impacto directo, la espuma de poliestireno se debe comprimir y de este modo esparce y reduce la fuerza que pasa hacia el cráneo, reduciendo así también la aceleración lineal del cerebro.
Sin embargo, es común que los cascos de espuma de poliestireno se rompan sin comprimirse en lo absoluto. Un importante fabricante de cascos para niños recolectó cascos dañados para una investigación de varios meses. De acuerdo con su ingeniero jefe, durante ese tiempo se encontró que ninguno de los cascos mostraba signos de aplastamiento en su interior ( Sundahl, 1998 ). La espuma del casco no "rebota" después de la compresión de manera significativa(es decir que no vuelve a su forma original luego de ser comprimida). Si la espuma de poliestireno no se comprime, no se puede reducir la aceleración lineal del cerebro. La mejor protección que puede dar el casco es prevenir daños focales en el cráneo y prevenir heridas leves en el cuero cabelludo. Es improbable que sirva para evitar una lesión cerebral grave.

Cierta disipación de la fuerza del impacto podría ocurrir por la acción de la rotura del casco pero en la mayoría de los casos probablemente sea mínima. Los estándares que deben cumplir los cascos de ciclistas establecen que la espuma debe empezar a comprimirse a un nivel de fuerza inferior que la que podría conducir a una lesión cerebral. Aunque se sabe que los cascos de muchos en realidad no cumplen con los estándares a los que se supone que deben estar acreditados ( BHRF, 1081 ), se deduce que -en el caso de golpe- si la espuma de poliestireno no se comprime en absoluto, la fuerza lineal directa en el casco fue mínima y que es muy posible que el ciclista no sufriera ningún daño en el caso de que éste no llevara el casco puesto.
Si la espuma de poliestireno se comprime, todavía no demuestra que el casco tenía un efecto protector. Esto se puede demostrar con un puño y una pared de ladrillos.
Practica un poco de "Boxeo de sombra" pero con cuidado de que puedas detener tu puño a unos 50 mm antes de llegar a la pared (asegúrese de tener en cuenta la longitud de tu brazo), así no le pasará nada a tu puño. Si, sin cambiar tu posición, colocas una pieza de 75 mm de espesor de espuma de poliestireno contra la pared y repites el golpe, comprimirás (y partirás) la espuma de poliestireno y obtendrás "pruebas" falsas de que tu puño se salvó de un daño. En otras palabras, muchos de los impactos de los cascos serían "seudo" accidentes si llevaran las cabezas descubiertas.
En los choques de alto impacto, como la mayoría de los que involucran a vehículos de motor u objetos fijos(como barreras de concreto y postes de luz), las fuerzas pueden ser tan grandes que el casco se comprime y se rompe en torno a una milésima de segundo. La absorción de las fuerzas iniciales durante este cortísimo período de tiempo no son suficientes como para afectar significativamente la probabilidad de daño grave o la muerte. Es por esta razón que los cascos contienen etiquetas señalando que ningún casco puede prevenir todas las lesiones en la cabeza.
Los impactos oblicuos
Las grietas o rotura de los cascos pueden ser el resultado de una fuerza lateral u oblicua, en vez de lineal. Los cascos no han sido probados ni certificados para este tipo de impactos. Sin embargo, si el impacto se produce sin ninguna compresión de la espuma, sugiere que la mayor parte de la fuerza era paralela a la superficie del casco y por lo tanto iba dirigída hacia la cabeza. Como la superficie de un casco está a cierta distancia de la superficie de la cabeza, de nuevo el portador no habría sufrido ningún daño en absoluto si no usaba el casco.
Fuerzas rotacionales
La mayoría de los accidentes con resultado de muerte o discapacidad a largo plazo implican la presencia de fuerzas de rotación, o difusión. Estas se diferencian de las directas o lineales en que sólo proteger la superficie del cráneo es insuficiente para evitar daños ya que para poder hacerlo también sería necesario evitar que el cerebro se mueva dentro del cráneo. Actualmente los cascos para ciclistas no están diseñados para mitigar las fuerzas de rotación y por lo tanto, ofrecen muy poca protección contra la mayoría de las lesiones que ponen en riesgo la vida ( BHRF, 1039 ).
El panorama general
No es sólo cuestión de sacar conclusiones acerca de los beneficios que un casco roto o deformado podría haber proporcionado en un accidente, sin embargo; el hecho de que las lesiones graves a ciclistas que no usan casco son tan raras como el daño casco es común, sugiere que la mayoría de los beneficios que reclaman los cascos dañados probablemente sean exagerados.
Un mejor indicador de la efectividad de los cascos proviene de los índices de las lesiones mortales o graves a través de toda la población de los ciclistas. Estos datos no muestran ninguna evidencia confiable de alguna jurisdicción(país, ciudad, etc) respecto a que el riesgo de heridas mortales se haya reducido mediante el uso del casco.
Por ejemplo, en el estado de Australia Occidental, donde los cascos son obligatorios para todas las edades desde julio de 1992, el número anual respecto a mortalidad de ciclistas 1987-1991 (antes de la ley) con un promedio de 7,6 muertes por año. De 1993 a 1997 (después de la ley) fue de 6,4 muertes por año, lo que representa una reducción del 16% ( Meuleners, Gavin y Cercarelli, 2003 ). Sin embargo, las encuestas del gobierno muestran que la cantidad de ciclistas en Australia Occidental se redujo en aproximadamente un 30% durante la década de 1990 después de la aplicación de la ley que obliga a usar el casco ( WA, 1 , WA, 2 ). Entonces, en relación a la cantidad de ciclistas en las calles, luego de la aplicación de la ley, las muertes aumentaron, no bajaron.
Los datos de los Estados Unidos (1991-2001) muestra de forma similar la ausencia de beneficios ( BHRF, 1041 ). Una revisión de la investigación en todo el mundo para el Departamento de Transportes del Reino Unido no encontró evidencia estadísticamente fiable que el uso de cascos en los ciclistas había demostrado ser eficaz en la reducción de lesiones en la cabeza ( Hynd, Cuerden, Reid y Adams, 2009 ).
Hay una buena cantidad de evidencia circunstancial de que los ciclistas que usan casco son más propensos a chocar y en el proceso pues dañar sus cascos. Los datos de un estudio ( Wasserman et al, 1988 ) sugiere que los que llevan un casco son 7 veces más propensos a golpear sus cabezas que los ciclistas que no lo usan, pero este estudio pueden no ser confiables debido a lo pequeño del grupo analizado y al sesgo. Otro estudio ( Erke y Elvik, 2007 ) informa que los que usan casco tienen un riesgo 14% mayor de lesiones por km recorrido en bicicleta que los que no lo usan.
Suspender la creencia
La próxima vez que veas un casco roto, suspende la creencia y haz lo más básico, hacer caso omiso de las roturas y verifica si lo que queda de la espuma de poliestireno se ha comprimido. Si no es así, puedes estar razonablemente seguro de que no se ha salvado la vida de nadie.
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